
Tomamos a media mañana un tren que nos llevó hasta Antibes. Es una ciudad muy linda, amurallada, con un puerto como todas las ciudades mediterráneas, un interesante mercado y un casco histórico bastante importante. También está en Antibes el Castillo Grimaldi con el Museo Picasso.



Desde Antibes seguimos en tren hasta Cannes. Esta ciudad me gustó mucho, además es una referencia histórica para mí, ya que en ella se realiza el Festival de Cine más importante del mundo.
Además del Palais des Festivals et des Congrès, que es sede del evento, toda la ciudad tiene muestras de este festival, sus calles, sus plazas, la estación de autobús.
Frente a la ciudad está la Isla de Saint-Marguerite, donde estuvo prisionero "El Hombre de la Máscara de Hierro", pero no hubo tiempo para ir, más que para recorrer un poco la ciudad y tener un panorama.
El paseo más famoso de la ciudad, es La Croisette, un boulevard con palmeras que bordea el mar sobre el Golfe de la Napoule, donde se alzan hoteles de lujo y se localizan las playas. Está bueno caminarlo, pero era eso o visitar el casco antiguo.



Hicimos esto último ya que es muy lindo, se sube por la ladera del Monte Chevalier y en la cima está la Capilla de Saint-Anne y una terraza con vistas hermosas del puerto y el resto de la ciudad.


Desde Cannes tomamos otro tren hacia Saint-Raphaël, una ciudad con algunas mansiones de la Belle Époque y un lindo puerto desde donde sale una rambla sobre una extensa franja de arena, la Plage du Veillat hacia un lado y el Promenade Guilbaud, una arbolada avenida hacia el otro.
Frente al puerto se encuentra la estación de autobuses que parten hacia todos los pueblos de la Costa Azul. Nosotros tomamos uno hacia Saint-Tropez, haciendo un recorrido al borde del mar y pasando por lindos pueblitos balnearios como Sainte-Maxime y otros donde el tiempo transcurre pausado y dan ganas de quedarse a pasar unos días.
Saint-Tropez es un pequeño puerto repleto de yates lujosos, discotecas y tiendas de ropa cara gracias a que se puso de moda en los 60 por la visita de artistas de la época como Brigitte Bardot.
La ciudad es linda, tiene su parte antigua y una muralla-espigón que rodea el puerto. Durante la tarde la cubre una luz dorada que genera un lindo efecto sobre las casas y las paredes naranjas y amarillas del pueblo. A la vera de su marina se ubican algunos bares, donde nos regalamos con las consabidas sidra y crêpes, antes de emprender el regreso hacia Niza.





